Categoría 2 – Microrrelato

MARÍA FERNANDA MORA MORALES

EL CIRCULO DE LA PIEDRA AZUL

En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía una anciana llamada Esperanza, quien, a pesar de haber perdido a su esposo e hijo a causa del conflicto armado, tenía un corazón el cual seguía latiendo con esperanza. Un día, mientras caminaba por el sendero que llevaba al río, encontró una piedra peculiar: suave al tacto y de un tono azul intenso. La guardó en su bolsillo y esa noche, la piedra brilló en su mesita de noche, como si tuviera vida propia. Inspirada por sueños de reconciliación que tuvo esa noche, Esperanza convocó a los habitantes del pueblo y les mostró la piedra. Así nació el “Círculo de la Piedra Azul”. Los vecinos se reunían alrededor de ella para compartir sus experiencias. Al principio, las palabras eran tímidas y cargadas de resentimiento, pero poco a poco, la piedra obró su magia. Las confesiones se volvieron más profundas, los abrazos más sinceros. Un día, un antiguo guerrillero llamado Andrés se unió al círculo. Sus manos temblaban al sostener la piedra. “He causado tanto dolor”, murmuró. “¿Cómo puedo encontrar la paz?” Los demás lo rodearon, ofreciéndole consuelo. “La paz comienza con el perdón”, le dijeron. Esperanza también compartió su historia. “Durante muchos años, cargué con el odio y la amargura, pensando que jamás podría perdonar a quienes me arrebataron lo que más amaba. Pero un día comprendí que el rencor solo me hacía prisionera de mi propio dolor. Decidí liberar mi corazón, aunque fuera lo más difícil que había hecho en mi vida.” Las palabras de Esperanza resonaron en todos los presentes. Andrés confesó: “Yo… fui el responsable de la muerte de tu hijo”. El silencio fue abrumador. Esperanza cerró los ojos por un momento, como si buscara fuerza en lo más profundo de su ser. Al abrirlos, no había odio en su mirada, solo una tristeza infinita. “Lo sé”, respondió suavemente. “Lo supe desde que te vi entrar al círculo por primera vez. Pero también sé que tú, como yo, has sufrido. Y que esa carga te ha destruido tanto como a mí. No puedo devolver el pasado, pero sí puedo ofrecerte perdón, porque solo así ambos podremos encontrar la paz que tanto anhelamos.” Andrés cayó de rodillas, roto por el dolor y el remordimiento.

Esperanza se acercó lentamente, colocando la piedra azul en sus manos temblorosas. “Siente su energía”, le dijo. “La piedra no es mágica, pero nos recuerda que la paz y la reconciliación están en nuestras manos.” El “Círculo de la Piedra Azul” creció, y gente de otros pueblos cercanos acudía para compartir sus historias y buscar consuelo. La noticia de la pequeña comunidad, que había logrado sanar heridas profundas a través del diálogo y el perdón, se extendió como pólvora hasta llegar más allá de las montañas. Los líderes de la región empezaron a visitar el pueblo para aprender de su experiencia.

MARÍA FERNANDA MORA MORALES
San Vicente del Caguán, Caquetá